sábado, 17 de septiembre de 2011

Ningún tiempo es perdido

Ningún tiempo es perdido. La sensación de haber perdido el tiempo, en algún
momento de nuestra vida, nos asalta irremediablemente de vez en cuando. Creemos
que perdimos el tiempo con aquella relación que no funcionó, con el proyecto que
fracasó, con el objetivo no cumplido, con la conducta no deseada de nuestros
hijos…en definitiva con todas decisiones erróneas que hemos tomado y seguiremos
tomando. Pero en realidad, el tiempo nunca se pierde. Los fracasos son
oportunidades intensas para aprender lo que no funciona, lo que no encaja en
nuestra vida, los procedimientos que debemos abandonar, el pensamiento que
tenemos que desechar, los valores que debemos reponer y un sin fin de nuevos
modos de ser y sentir que seguramente se instalarán en nuestra conciencia
después de habernos equivocado.
Todo vale. Todo sirve en esta carrera de fondo que es el aprendizaje. Incluso me
atrevería a decir que los malos ejemplos son también valiosos…aunque sea para
saber lo que no debemos hacer.
La percepción del tiempo es una ilusión que el ser humano ha creado a su medida.
Necesitamos controlar, parcializar, distribuir, segmentar, hacer porciones
digeribles de conciencia. Precisamos encajar nuestras acciones en una porción
subdividida de minutos, horas, días, meses y años que nos marquen la progresión
de la vida. Todo lo que sucede lo percibimos linealmente. Como si se tratase de
un ferrocarril que la atravesase y nosotros estuviésemos montados ahora en uno
de sus vagones. Creemos que la vida avanza, va hacia delante, progresa y
prospera indefinidamente. Sin embargo, tengo la impresión de estar viviendo en
la misma dimensión que todos los que me precedieron. Caminando por el mismo
espacio de quienes protagonizaron la historia que me precede, bebiendo de las
mismas fuentes intuitivas, desgranando los mismos pensamientos que ayudan a
vivir. Posiblemente, el tiempo sea, sí, una ilusión que necesita crear nuestro
desaforado deseo de avanzar en una línea progresiva de continuada e ilimitada
extensión. Por eso creemos perderlo si no obtenemos los resultados que
esperábamos.
El tiempo está congelado en nuestra alma y sólo su calor verdadero, es decir,
las acciones, pensamientos y emociones que nos llevan a conectar con nuestro
diseño original, puede derretir su implacable presencia.
http://mirarloquenoseve.blogspot.com/



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